A menudo las empresas se empeñan en contratar auditorías externas, consultoras, gestores externos, asesores, y todo tipo de especialistas que ponen negro sobre blanco propuestas de mejora que una vez implantadas nos llevan al punto desde el cual debían haber comenzado los proyectos sobre los que trabajamos.
La competencia es feroz, y arrancar los proyectos a medio terminar significa muy a menudo dar herramientas a la competencia para trabajar sobre nuestro producto manejando información sobre lo que hacemos rematadamente mal por ir demasiado rápido al mercado.
Hace unos años, la única opción era ser muy rápidos. Pero en el entorno actual de crisis, yo creo que la única opción viable a medio plazo es ser mucho mejores que nuestros competidores. Aprovechar nuestras fortalezas y dar lo mejor de nosotros nos permite marcar una pauta que no todos pueden seguir. En cambio, ser mediocres nos deja a la altura de cualquiera, que desde casi cualquier lugar del mundo podrá competir con nosotros.
Es ahí donde el trabajo de los empleados aportando visión, experiencia, imaginación y talento debe permitir que se articulen las medidas para mejorar día tras día. Escuchar a los que dentro de la empresa saben cómo hacer bien las cosas ahorra mucho dinero, y acorta mucho los plazos de salida a mercado, así como los problemas de la inmadurez de los nuevos desarrollos. Una vez identificadas esas ideas y propuestas, podemos añadir a cualquier «visionario» externo para que ponga orden a partir de todas ellas, pero dejar en manos de alguien sin visión de conjunto la mejora de negocio puede resultar tremendamente arriesgado y solucionar exclusivamente los problemas a corto plazo.
Hace no mucho un experto en Márketing de una empresa que conozco nos decía: «sacamos al mercado una foca, y dos años después es un caballo de carreras, que es lo que buscábamos». Yo a alguien que no entienda que la excelencia tiene que comenzar en el minuto cero de una relación comercial y continuar en todo el trato con el cliente, no lo querría en mi equipo. Dejémonos de medias tintas. Hagamos que el caballo corra desde el minuto cero. Impliquemos a todas las áreas. Motivemos los cambios, no esperemos a que el mercado nos fuerce a hacerlos.
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